lunes, 6 de enero de 2025

CAPÍTULO 8 - 08-02-1967

Por la mañana, cuando salimos a cubierta, nuestro barco estaba amarrado a lo largo del muelle y después de tomar el desayuno nos despedimos e iniciamos nuestro camino hacia la nueva vida. Madryn se extendía ante nosotros bajo un sol brillante. Primeramente mostré a Frieda mi alojamiento de soltero y luego fuimos a nuestra nueva casa frente al mar. 

Todavía había unas cuantas cosas sin terminar, pero para Frieda significó el principio de una nueva vida. Para gran alegría de ella, la esperaba una gran cantidad de cartas de “allá” (drüben: Alemania). Mientras leía, sentada sobre una carretilla y entre lágrimas y risas las cartas de sus seres queridos, se acercó el Capitán de nuestra nave con un cuadro que Frieda había ganado en una rifa abordo y le sacó una foto con el cuadro y la carretilla, con el pañuelo en la mano y todas sus cartas, con lo cual la llegada de Frieda a Madryn y a su nuevo hogar entró en la historia y más tarde al álbum. 

La nueva casa, con sus muchas y altas ventanas que necesitaban cortinas, los pisos, los muebles que se acarreaban, todo lo nuevo y extraño, incluyendo el idioma, representaban problemas no menores para ella, pero gracias a su naturaleza alegre y positiva pudo solucionarlos a todos. 

La familia Gomez, sin excepciones, trataron a Frieda con cariño y amabilidad y siguieron así toda la vida.  Además era costumbre que las señoras residentes fueran a saludar a la nueva vecina y le ofrecieran su casa. En estos casos, cuando Frieda había terminado de decir su escaso repertorio idiomático y ya no sabía que hacer con las visitas, entonces les mostraba su voluminoso ajuar. También los capitanes, los primeros oficiales de máquinas y los médicos de a bordo de la Hamburg-Süd venían gustosos en cualquier momento. Lo primero que miraban por la mañana era si salía humo de nuestra chimenea y entonces se acercaban caminando a lo largo de la playa, traían un buen pan negro, manteca fresca, a veces también un pedazo de salchicha o queso. Por nuestra parte, aceptábamos con frecuencia y con gusto sus invitaciones para subir abordo, porque los barcos de la Hamburg-Süd eran un pedazo de la Patria lo mismo que para los otros jóvenes alemanes que estaban en tierra, como el Sr. Steinhoff, de la empresa Diego Meyer & Cía. 

Entre tanto, yo me había enfrentado con todo el trabajo que se había atrasado. También había mucha actividad en el negocio, de manera que a veces tenía que volver a la oficina después de cenar. Ya estábamos en mayo y en junio empezaban los preparativos para el inventario, después el balance, las copias para Punta Arenas, etc., por lo que muchas noches tenía que dejar sola a Frieda.

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