sábado, 25 de enero de 2025

18-01-1967

             En ese tiempo también cayó nuestra confirmación, por el Pastor Rebattu, seguramente descendiente de hugonotes, conocido librepensador, que tenía su casa parroquial con sala de conformación cerca de la plaza del mercado en Brambeck  y predicaba en la iglesia de Sta. Gertrudis junto al Kuhmühlenteich, donde fuimos confirmados. ¡Apenas levantábamos tres palmos del suelo y llevábamos pantalones largos y sombrero de confirmación!. Los tiempos cambian y cambian las costumbres. El dueño de nuestra casa me regaló el pequeño libro de Eichendorff “De la vida de un bueno para nada” (Aus dem Leben eines Taugenichts) – nomen est omen, el nombre es un presagio, decían los antiguos romanos, el hombre me había calado… 

            Así fue que se separaron nuestros caminos: mi hermano Hans dejó el colegio, entró de aprendiz con un cerrajero y nuestro padre tenía que pagarle para que el maestro cerrajero le enseñara. A la noche iba a la escuela industrial. A los tres años, si mal no recuerdo, tenía que hacer su examen de oficial. Entonces se mudó al astillero de Blohm & Voss y más tarde al politécnico de Hamburgo. 

            Yo permanecí en la escuela y aprobé mi examen final. Sin embargo, debo admitir que esta habilitación –como se la llamaba- para solicitar el servicio militar de un año como voluntario es muy modesta. 

            ¿Y ahora, qué? Fui a la escuela normal (forma candidatos para la docencia) para averiguar si tenía cabida. Pero el señor director me rechazó, la enseñanza de los planes de estudio era tan voluminosa que no se podía comprometer. 

            Así fue que entré a la escuela secundaria superior (sin lenguas muertas) (Oberrealschule) de la Uhlenhorststrasse. Nuestro maestro de curso, el maestro (de escalafón superior) Hering, capitán de la reserva, un tipo extraordinario, enseñaba inglés, francés y gimnasia. Sus clases de gimnasia siempre empezaban con una canción de gimnastas. El Prof. Dr. Grimsehl, teniente de la reserva, también una magnífica persona, nos daba matemáticas y física. También dictaba clases prácticas de física para maestros en las que me incluía muchas veces. También escribía trabajos técnicos y muchas veces me pedía que leyera las pruebas. No se de dónde sacaba el coraje. También teníamos clase de religión o ética y moral con un Pastos que no podía ejercer su ministerio porque tenía muy poca voz, por eso trabajaba de maestro. Sus clases eran muy interesantes, quizá quería dar fuerzas a sus alumnos para enfrentarse con la lucha de la vida diaria.

            Química no era nada, el Dr. ….. ni nos era simpático y era pedante. Si un maestro no consigue entusiasmar a sus alumnos, no se pueden esperar frutos. Tampoco la clase de alemán que dictaba el director Rautenbusch era algo del otro mundo y cuando luego se dice  que la clase no está bien preparada se debe, según mi modesta opinión, no tanto a los alumnos como al maestro que no supo sacar a la luz las capacidades de un material humano de entre 15 y 18 años capaz de absorber conocimientos. Repito que el maestro que no puede seducir a sus alumnos, ha errado la profesión. El Dr. Grimsehl nos contó una vez que durante su tiempo de servicios había inventado el largavista de tijera, pero que como estaba de servicio no pudo cosechar las ventajas de su invento. 

            Mi hermano Hans me contaba en 1925 que su profesor del politécnico de Hannover había hablado despectivamente de Grimsehl y/o de sus alumnos. Yo debería haber roto lanzas inmediatamente por él, porque es imposible deducir la capacidad del maestro de los conocimientos del alumno. En su honor

Debo mencionar aquí que al declararse la guerra se presentó inmediatamente a su superior, el Sr. Consejero Escolar Brütt, y se despidió. Brütt trató de apaciguarlo, le dijo que la escuela y los jóvenes aún esperan mucho de él. Sin embargo no pudieron retenerlo, se alistó y partió inmediatamente hacia Bélgica. Murió por la patria en el asedio de Lüttich. Su cuerpo fue llevado a Hamburgo, fue velado en la escuela y toda la escuela se despidió de él en una ceremonia emocionante. 

            Con respecto al maestro superior Hering recuerdo que nunca empezaba una clase sin leer con recogimiento o recitar de memoria un párrafo del Nuevo Testamento o de su breviario.

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