Por lo tanto, según el extracto del Documento Genealógico de Liese-Lotte Meissner, nuestros padres se casaron el 21-05-1884 e informaron como domicilio, Carolinenstrasse 29.
Mi
hermano Hans nació en 1885 y en sus documentos debe figurar el domicilio de
entonces;
Rudolf Henry Grimm nació en 1886, según la partida de nacimiento en Neue Rosenstrasse 62, cerca de Sternenschanze, Jägerstrasse).
De allí volvemos a encontrarnos en
la Henriettenstrasse, que corre paralela a la Osterstrasse, en Eimsbüttel, es
decir muy cerca de la abuela. Compruebo en el documento genealógico que el
abuelo falleció en 1889, es decir que yo tenía 3 años cuando lo enterraron.
Mis primeros recuerdas están ligados a la Henriettenstrasse. Vivíamos en una planta baja con un pequeño jardín delantero y paleábamos allí con pequeñas palas de hierro fundido pintadas de verde esmeralda. Me acuerdo que estando allí, un día me fui por mi cuenta a tomar el tranvía: quería ir al centro. Me crucé con mi padre que volvía a casa desde la escuela quien me llevó de vuelta.
En 1925 volvía ver la Henriettenstrasse, el viejo edificio con el comercio de forraje en el patio, todo estaba igual. En 1925, Gerhardt Oetken, hermano de Willy Oetken vivía enfrente.
Volvimos a mudarnos de Eimsbüttel una vez más. ¿Fue a la Hegerstrasse… ?. En dirección al canal Isebeck había un gran terreno sin edificación donde una vez vivaquearon soldados. Los jóvenes de los alrededores solían cazar o cavar en busca de topos.
Me acuerdo una vez que estábamos los tres acostados, con sarampión, en una gran habitación esquinera: quiere decir que el tercero, mi hermano Otto ya había llegado y había crecido.
En ese tiempo tiene que haber sido que fui por primera vez a la escuela de la Osterstrasse porque me acuerdo muy bien que todos los grados estaban reunidos en el gimnasio. Se nos presentó el primer gramófono: uno de los maestros leyó un texto frente al aparato que fue grabado por un cilindro redondo. A continuación, el cilindro reprodujo el texto, con ayuda de una aguja, a través de un gran embudo. Había nacido el gramófono.
Es interesante comprobar cómo los primeros recuerdos de la infancia siempre se aferran a ciertos acontecimientos.
Después volvimos a mudarnos, esta
vez a Eppendorf (o era esa la Hegestrasse). La casa de departamentos
doble con patio y otros departamentos estaba directamente a orillas de canal
Isebeck, muy cerca de los galpones del tranvía y junto a la puerta de salida
hacia Ohlsdorf.
Este domicilio está ligado a muchos recuerdos: el más importante es sin duda el cólera de 1892, cuando mi padre vino de la escuela con mi hermano Hans y dijo que las fronteras estaban cerradas, nadie podría salir de Hamburgo. Se había hablado de que deberíamos ir a Haarberg, pero el peligro de contagio era muy grande. Así fue como pasamos el tiempo del cólera en Hamburgo. Ya éramos cinco, Paula, la cuarta ya estaba crecida y Minna, la quinta también había llegado y para colmo estaba enferma “del agua”.
Justamente estaba leyendo en el Diccionario de Conversación de Meyers, edición aniversario 1902-1908 bajo “hidropesía” y me puedo imaginar la preocupación de nuestros padres. A pesar de todo, lo superó. Dado que ya no podíamos salir de Hamburgo, solamente podíamos beber agua hervida, no debíamos tocar los pasamanos de las escaleras y similares. Como vivíamos en la calle de salida hacia Ohlsdorf, veíamos salir los carros con cadáveres durante el día y más tarde nos contó el maestro que en el centro se colgaban banderas blancas en el exterior de las casas para que a la noche vinieran a recoger los cadáveres y los llevaran a Ohlsdorf. Acabo de leer en el Diccionario de Meyers que desde el 16 de agosto hasta fines de octubre enfermaron 16.956 personas de las cuales murieron 8.605.
De aquél tiempo es interesante que a raíz de la proximidad de los galpones del tranvía se realizaron allí las primeras obras y ensayos con el tranvía eléctrico. La gente se paraba y contemplaban el milagro. Había nacido “la eléctrica” (die Elektrische). La terminal del tranvía que iba a Ohlsdorf estaba muy cerca. Se usaban coches de dos pisos con un tiro de dos caballos.
La razón de nuestras
diferentes mudanzas dentro de Hamburgo debe buscarse en el hecho que nuestro
padre sufría de los nervios y por prescripción médica se le concedía licencia,
una vez en la montaña (Selva Negra, Oberhof) y una vez junto al mar. Cuando
volvía, su puesto había sido ocupado por otro u por lo tanto se le asignaba
otra escuela. Así fue que nos midamos de
Eppendorf a Barmbeck, donde la salud de nuestro padre se estabilizó más o menos
y entre tanto habíamos superado la edad de “renacuajos”, por lo que cierro aquí
esta segunda parte de la crónica y empiezo mañana la tercera parte dedicada a
Barmbeck.
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