jueves, 23 de enero de 2025

20-01-1967

            Pasaron los años y llegamos al examen final antes de las vacaciones largas: francés, inglés, matemática y alemán. Para alemán, el tema era: “Shakespeare y su influencia en la poesía alemana”. A mi me parecía que no estábamos nada bien preparados para este tema, a menos que en los últimos días anteriores al examen el señor director Rautenberg o –busch acarreara libros que se refirieran a este tema con papelitos marcadores, pero no nos habíamos preocupado mucho del asunto. 

            Después venían las vacaciones largas y poco después tendría lugar el examen oral. Estábamos completamente desorientados: no sabíamos qué materias se tomarían ni cómo debíamos prepararnos. Yo sabía que estaba flojo en historia  y usé las vacaciones para tirarme en el sofá y leerme el “Grosse Plötz” (libro de historia muy detallado). Lo sabía casi de memoria y sabía de entra de lo que se trataba. Pero el esfuerzo fue inútil. Cuando fue fijada la fecha del examen oral hice llevar mi levita, con la que debíamos presentarnos a dar examen, a casa de los padres de un compañero en la Hamburger Strasse y no se lo dije a mis padres. 

Cuando estábamos reunidos ante la mesa examinadora nos dijeron que el mejor alumno y mi humilde persona estaban eximidos de dar examen oral. Con gran alegría, nos hicimos humo, yo fui a la Hamburger Strasse, donde me había cambiado, para dar la buena noticia a la familia amiga y de allí, a casa. Mi madre se sorprendió de verme, pero la novedad la llenó de alegría. De allí volví a ala escuela y me enteré cómo les había ido a los demás. Todos habían aprobado y mi compañero Hutter invitó a todos para esa noche a casa de sus padres para festejar el acontecimiento. A la mañana siguiente me encontraba en cama con una poderosa resaca de champagne. 

Era costumbre que los nuevos bachilleres invitaran a sus maestros y diferentes clases a una fiesta de despedida y que se escribiera un diario de “boliche” (Kneipp Zeitung) alusivo. 

            En este diario habíamos “cargado” mucho al maestro de química que mencioné antes; estaba ofendido y presentó una queja contra la clase. El resultado fue que la calificación de conducta de la clase fue sólo “suficiente” en vez de “buena” y con una conducta “suficiente” no se nos podía eximir del examen oral. Así que llamaron al mejor de la clase y a mi humilde persona para que nos presentáramos a examen a la mañana siguiente. Por suerte, todo salió bien. A mi me tocó primero El maestro superior Hering me preguntó: “Well Grimm, what do you know about Shakespeares life?”. Cuando la mesa quedó satisfecha, le tocó a mi compañero: francés. Después nos mandaron afuera. Cuando nos llamaron era el turno de Grimsehl: me dio uno de los problemas más difíciles de cáculo de integrales. Pero yo me orienté inmediatamente y desarrollé la solución oralmente, ya que nadie me había pedido que lo hiciera por escrito. Después le tocó a mi compañero, también con Grimsehl, pero no me acuerdo del problema. Luego nos volvieron a mandar afuera y cuando nos volvieron a llamar me pidieron que desarrollara la solución del problema en una pizarrón que habían colocado. Esto no fue problema para mi. Después de volver a salir y entrar, el señor Consejer Brütt tomó la palabra para decirnos cuánto había lamentado el motivo de su presencia, pero que estaba satisfecho con el resultado del examen. Como castigo, la clase no fue despedida con la ceremonia habitual. 

            Así fue que la escuela terminó de manera poco gloriosa por una travesura juvenil, para gran disgusto de mi padre. De esta manera cierro aquí la tercera parte de esta crónica familiar para empezar mañana con un nuevo capítulo de vida.


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