domingo, 2 de febrero de 2025

10-1-1967

            El Haarberg tenía su techo de paja como la gran mayoría de todas las casas de los campesinos. Naturalmente que este techo de paja era peligroso en caso de tormenta, lo que se agravaba porque a continuación de la casa y junto al camino hacia el horno estaban los altos manzanos. Para prever este peligro, el lado que miraba hacia atrás, donde había un desván con otras  camas y debajo estaban las habitaciones de estar y los dormitorios, se había revocado. Por la misma razón la mayoría de los habitantes guardaban todas sus pertenencias en grandes arcones colocados en la antecámara. Cuando había relámpagos, los arcones eran arrastrados al exterior con caballos. En el Haarberg tambíén había dos de tales arcones, pero no podría decir cómo podían ser arrastradas al exterior, ya que no poseían caballos. Cuando se desencadenaba una tormenta de noche, todos debían levantarse y permanecer en el living. Cuando dejaba de llover, el tío August salía con nosotros, los varones para recorrer un trecho de l camino donde se podía apreciar el contorno y me acuerdo muy bien haber visto dos y hasta tres incendios en medio de la noche oscura. En esas ocasiones contábamos entre el relámpago y el trueno para saber si la tormenta se acercaba o se alejaba. Nadie volvía a la cama hasta que el peligro haya pasado.

            La entrada al Haarberg pasaba entonces a través del gran portón del granero (galpón) en el que se había colocado una puerta que daba directamente a la era. A la derecha seguía el establo de las vacas y las dependencias con una máquina picadora de forraje y las reservas de forraje, mientras que los recintos enfrentados fueron mejorados lentamente para convertirlos en habitaciones de la casa.  La era no tenía techo y daba acceso al depósito de granos y al henil que estaban en el desván. En invierno se bajaban una cantidad de gavillas de trigo o centeno, se distribuían sobre la era y se trillaban con el látigo de trillar o mayal. Me acuerdo claramente que junto con mi padre y el tío August –no se si había un cuarto ni quien era-golpeábamos el látigo de trillar acompasadamente. Luego, el trigo se juntaba con una escoba y la paja vacía volvía al desván.

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